Soy Álvaro Martín, y aunque nací en Valladolid en 1995, fue en Madrid donde me crié y comencé a trazar mi destino… literalmente. Desde niño me perdía entre papeles y lápices, dándole vida a todo lo que mi mente imaginaba. A los 9 ó 10 años me estaba llevando a casa premios de concursos de dibujo (llegué a ganar 300 euros con un dibujo, nada mal para un niño de 10 años…).
Llegó la adolescencia, y como muchos, empecé a buscarle otras esquinas a la vida. Me sedujo el arte urbano y el graffiti, y durante un tiempo dejé de lado el arte figurativo para explorar paredes, calles, rotuladores y latas de spray (ensuciando un poco el barrio, claro que sí). Lo académico nunca fue lo mío. No era mal estudiante, pero digamos que mi cabeza estaba más en el aire que en los libros. Siempre fui más de pensar, cuestionar, y desmontar cualquier teoría que me lanzaran.
Pese a este amor por la rebeldía, años más tarde acabé en la universidad estudiando Matemáticas y Estadística. ¿Por qué? Eso mismo me pregunto yo… Supongo que porque me gustaba pensar, y ahí seguro que iba a pensar mucho. Además, creía que eso de ganarse la vida como artista era una utopía reservada a unos pocos afortunados a los que la suerte les había sonreído. En esta etapa, una crisis existencial me dio un bofetón en la cara y no tenía ni idea de qué hacer con mi vida. Dejé los estudios más de una vez, buscando mi sitio, antes de finalmente terminar la carrera (era la vida, diciéndome «no es por ahí pero bueno, tu verás lo que haces…»).
Fue entonces cuando el arte me volvió a encontrar. Retomé el dibujo, con un objetivo claro: dominar la técnica hasta alcanzar ese realismo y esa perfección que siempre me habían fascinado.
Ahora me dedico a la pintura figurativa. Mi obra mezcla colores, blanco y negro, y tonos monocromáticos para transmitirte distintas emociones. No pinto por pintar. Pinto porque tengo cosas que contar. Pinto para que te pares, te quedes mirando y, en el fondo, te cuestiones la vida tanto como yo. Porque al final, mis obras no son solo bonitas; tratan de lanzar un mensaje, inspirar a otros, o invitar a la reflexión.
Pero no todo es siempre tan profundo. También me divierto, también experimento, también me dejo llevar. A veces me encontrarás creando retratos que no tienen un mensaje específico, simplemente por el placer de explorar y mejorar. Por eso digo: “Unas veces soy artista y otras veces soy pintor”. Porque al final, en esta vida, uno es lo que se permite ser.